El artista sobre esta obra
La pintura capta un paisaje urbano al crepúsculo visto desde una ventana. En el horizonte lejano, explosiones de fuegos artificiales punctúan la tarde, como ecos de una celebración extranjera lejana. En primer plano, descansando en el alféizar, yacen unos binoculares y los restos de una manzana - un rastro íntimo de la persona que reside en el apartamento desde el cual miramos.
Este alféizar pertenece a un observador, un espectador que se siente algo apartado de la festividad, un alma no inclinada a participar en el jolgorio ni a orquestarlo. Existe el deseo de rozar la esencia de la celebración, todo mientras se mantiene la postura de un espectador. El anhelo no es perturbar el propio ritmo y tempo, sino más bien presenciar el espectáculo desde un costado. Esta pintura captura la dicotomía entre el anhelo de conexión con la alegría y el confort encontrado en el santuario de la rutina.
Este alféizar pertenece a un observador, un espectador que se siente algo apartado de la festividad, un alma no inclinada a participar en el jolgorio ni a orquestarlo. Existe el deseo de rozar la esencia de la celebración, todo mientras se mantiene la postura de un espectador. El anhelo no es perturbar el propio ritmo y tempo, sino más bien presenciar el espectáculo desde un costado. Esta pintura captura la dicotomía entre el anhelo de conexión con la alegría y el confort encontrado en el santuario de la rutina.