Blog de The Vilbil

Sostenibilidad en la era del museo virtual

5 June 2025, Alisa Rodriguez

En el Día Mundial del Medio Ambiente 2025, el 5 de junio, la conversación global vuelve a centrarse en cómo la cultura, la tecnología y la vida cotidiana pueden alinearse con las demandas urgentes de la sostenibilidad. Para el mundo del arte, esto plantea una pregunta apremiante: ¿qué papel pueden desempeñar los museos —tanto físicos como digitales— en la construcción de un futuro más verde?

El rápido auge de los museos virtuales

El ascenso acelerado de los museos virtuales y de las plataformas nativas digitales ofrece una respuesta convincente. Al trasladar las exposiciones al espacio digital, el mundo del arte reduce su dependencia de la logística intensiva en recursos, como el transporte aéreo, el almacenamiento con control climático, los seguros de traslado y los viajes internacionales de visitantes. Una exposición digital puede ser accesible a millones de personas consumiendo solo una fracción de los recursos de su equivalente físico. En teoría, esto supone un paso profundo hacia una infraestructura cultural más sostenible.

Los beneficios ecológicos de las exposiciones digitales

Las exposiciones tradicionales, aunque culturalmente vitales, conllevan altos costos medioambientales. Cajas de transporte cruzan continentes en avión, los sistemas de climatización funcionan día y noche, y las grandes muestras dependen de visitantes que vuelan desde todo el mundo. Cada una de estas prácticas deja una huella de carbono significativa.

En cambio, un museo virtual desmaterializa la logística. Sin envíos, sin almacenamiento energéticamente costoso, sin viajes con gran carga de carbono. Las obras pueden archivarse y compartirse a nivel global sin las cargas físicas del transporte y la conservación. En el Día Mundial del Medio Ambiente, cuando el mundo evalúa los avances, estas innovaciones muestran la capacidad de la cultura para adaptarse y reducir su impacto.

Los costos ocultos de la cultura digital

Sin embargo, pasar a lo digital no equivale automáticamente a ser ecológico. Los servidores requieren energía constante. Los centros de datos dependen de sistemas de refrigeración que pueden ser tan intensivos en energía como las propias galerías que sustituyen. Y las tecnologías blockchain, cuando están mal diseñadas, pueden consumir cantidades enormes de electricidad.

Aunque los modelos proof-of-stake y otras variantes más eficientes energéticamente van ganando terreno, la lección es clara: la cultura digital debe diseñarse de forma consciente para ser sostenible. De lo contrario, corre el riesgo de repetir los mismos patrones extractivos que intenta superar.

Construyendo un patrimonio digital más verde

El reto —y la oportunidad— consiste en crear un modelo de patrimonio digital alineado con la responsabilidad ambiental. Eso significa:
  • Aprovechar sistemas de alojamiento y almacenamiento impulsados por energías renovables.
  • Usar protocolos blockchain sostenibles que minimicen el consumo energético.
  • Curar archivos de forma más inteligente para evitar duplicaciones y desperdicios innecesarios.
  • Desarrollar estrategias híbridas en las que lo digital y lo físico se complementen, empleando cada uno donde resulte más sostenible.

The Vilbil y el futuro sostenible

Proyectos como The Vilbil encarnan esta ambición. Como museo digital y plataforma para artistas, reduce muchos de los costos más altos de las exposiciones tradicionales —transporte, seguros, almacenamiento— al tiempo que experimenta con NFTs y realidad virtual en formas más sostenibles. Al comprometerse con la accesibilidad y el diseño consciente, señala cómo los espacios nativos digitales pueden liderar no solo en innovación, sino también en responsabilidad ambiental.

En el Día Mundial del Medio Ambiente 2025, el mensaje es claro: las instituciones culturales y los artistas deben pensar más allá de la visibilidad y el prestigio. Deben pensar en la supervivencia: de su práctica, de sus públicos y del propio planeta. Los museos digitales ofrecen una oportunidad extraordinaria para alinear cultura y responsabilidad climática. El reto ahora es hacerlos más verdes, más inteligentes y verdaderamente sostenibles.